Se van a encontrar más veces en partidos decisivos. Jokin Altuna y Unai Laso terminaron llorando. El campeón, por la emoción de ganar el título. El subcampeón, porque lo dio todo y estuvo muy cerca (20-20) de ponerse la txapela. Los dos protagonizaron una final que los comentaristas titularon mil veces como «ikaragarria» (increíble). Lo fue absolutamente.
El público disfrutó de lo lindo con la entrega colosal de los dos pelotaris. Cada tanto costaba un potosí hacerlo subir al marcador. La estrategia en cada jugada encontraba respuesta del oponente. Así se explica la duración del partido (casi una hora y cuarto) y los 281 pelotazos que necesitó el partido para resolver la inmensa incógnita. No faltó de nada, ni siquiera un parón porque algunos espectadores no llevaban la mascarilla puesta (19-19). El aviso por megafonía montó una bronca colosal.
Nada hacía presagiar un final así, si nos atenemos a la primera parte del partido. Unai, nervioso, erraba dos saques y no terminaba de entrar en el partido. Altuna se dio cuenta y trató de poner tierra de por medio. Lo consiguió a medias (12-7).
El delantero navarro echó el resto y trató de cambiar el guión con un juego más agresivo. Puso en marcha el molino de brazos y piernas y lo notaron el rival y los espectadores que se frotaban las manos por lo espectacular del juego (12-12). Volver a empezar desde la igualdad y con medio camino recorrido. ¿Quíén le ponía el cascabel al gato?. Se repiten los empates a 13, 14, 15 y 16, con el cartón «22» más cerca y la final sin amo. Con 20-20el título estaba al alcance de los dos.
Altuna logró lo que buscaba, después de un tanto imponente y de un saque que sentenciaba y llevaba la alegría a sus partidarios. Tercera txapela para él en la modalidad del cuatro y medio. Merecida, porque se defendió como un titán, concedió poco y logró que la cabeza dominara al corazón hasta que la contienda concluyó. Entonces. sí, no se pudo controlar.
(Foto: Aspepelota)